jueves, 13 de febrero de 2014

¿Cuál es el origen de San Valentín?


Si estás enamorado, el 14 de febrero será un día especial para ti, pero seguramente no conoces cuál es su origen. ¿Sientes curiosidad?. Pues sigue leyendo...

La fiesta de San Valentín, aunque no lo creas, no es un invento de los grandes almacenes, a pesar de que éstos aprovechen para vender más ese día. Esta festividad tiene sus orígenes en el mundo romano.

Según la investigadora Pilar Caldera, el origen de la festividad de San Valentín pertenece a los pueblos mediterráneos en los que se asentaba el mundo romano. Ésta su historia:

Según cuenta la tradición,Valentín fue un sacerdote cristiano que vivió a finales del siglo III o principios del IV, que casaba en secreto a los soldados en servicio activo, algo que estaba prohibido desde el origen de los ejércitos en Roma, para darle un "lazo sagrado" al amor entre parejas y a la familia, tal y como propugnaba el cristianismo. Por contradecir al poder, este sacerdote fue decapitado un 14 de febrero.

Lo que sí es cierto y está suficientemente documentado es que la festividad de San Valentín se convirtió entonces en "una tradición que glorificaba el matrimonio, la familia, el amor en pareja desde época muy antigua", aunque "luego pasara a la cultura anglosajona y se le diera otro impulso", como nos explica la historiadora. Es en ese desarrollo posterior de la fiesta, según Caldera, cuando los anglosajones asocian a Cupido, el dios romano del deseo amoroso, con la figura de San Valentín.

Y ahora, para que disfrutéis del amor y la literatura os dejamos dos de los mejores poemas de nuestras letras:


Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad porque muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.


La realidad o el deseo, Luis Cernuda 

Si quieres escuchar el poema en la voz del autor, pincha aquí:




Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Escribir, por ejemplo: "La noche esta estrellada, y 
tiritan, azules, los astros, a lo lejos". 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

En las noches como esta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 

Que importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche esta estrellada y ella no esta conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no esta conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
  
Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Pablo Neruda

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